
​Las CavernÃcolas

La verdadera historia de los tres cerditos.
Libo se hallaba buscando unas ciruelas para su almuerzo cuando vió a tres simpáticos cerditos que correteaban por el bosque.
Intentó acercarse a ellos pero salieron huyendo.
- Correr hermanitos, que no nos coja!!!!
Al dÃa siguiente, se encontró con un labrador y le preguntó.
- ¿Sabes por qué los cerditos me tienen miedo?
- No, pero los cerdos son ariscos, nunca se dejan convencer a la primera. ¡Inténtalo de nuevo! Debes intentarlo una y otra vez hasta que se fÃen de ti.
Teniendo en cuenta estos consejos, Libo se dirigió a la casa del más pequeño de los hermanitos.
- Cerdiiiiito. ¿Estás por ah�
- ¡Vete, lobo feroz! ¡No quiero verte!
- Pero… Si no vengo a hacerte daño…
El cerdito creyó por un instante en las palabras del lobo y cuando estaba por abrir la puerta de su casita para saludarle; toda la estructura se vino abajo.
Muerto de miedo corrió todo lo que pudo hacia la casa de uno de sus hermanos. Y tan rápido lo hizo que cuando Libo consiguió darse cuenta, apenas se veÃa una polvareda de tierra suspendida sobre el camino.
Sin comprender lo que habÃa ocurrido se encaminó a la cabaña del segundo de los cerditos.
- ¡Hermanitos! ¡No sé que ha pasado! Les aseguro que no he sido yo.
- ¿Por qué no nos dejas en paz, lobo malo?—¡Por favor! ¡Tienen que creerme!
- No nos engañarás. ¡Vete de aquÃ!
Volvió a intentarlo y los hermanitos se convencieron. Pero, nuevamente, cuando estaban por abrir la puerta, la casa se desplomó. Otra vez los cerditos echaron a correr y nuevamente el lobo tardó en darse cuenta de lo que habÃa ocurrido.
El hermano mayor estaba todavÃa construyendo su casa, cuando llegaron sus hermanos muy nerviosos.
-Aquà no podemos escondernos
-¡Venga, vamos a buscar otro lugar!
Como allà no podÃan esconderse, fueron en busca de un refugio. A los pocos metros encontraron una estructura de cemento, que les pareció segura. Cuando Libo llegó los hermanitos cantaban y saltaban dentro de su nueva casa. Él también querÃa divertirse, pero no consiguió que le abrieran, y se marchó muy desilusionado.
Varias semanas después, Libo se encontró nuevamente con el labrador.- ¡Su plan no ha funcionado!
- ¡No sabÃa que los lobos podÃan ser tan tontos! ¡Mira que venir a fiarte de un humano! Mientras tú rogabas a los cerditos que te abrieran yo les derribé la casa, pero ellos te culparon a ti. Y finalmente, conseguiste que se metieran en mi jaula de cemento. ¡SÃ, sà que ha funcionado el plan!
Libo no se enfadaba con facilidad, pero jamás dejaba que lastimaran a un inocente. Asà que abriendo su gran boca ordenó al labrador que liberara a los cerditos. Cuando este pudo ver sus afilados y blancos colmillos, accedió sin chistar.
Desde ese dÃa los cerditos y Libo fueron grandes amigos. Ellos nunca más le temieron y Libo no volvió a sentirse solo.

Escuchar el cuento aquÃ.
